El hombre tiene una particular e interesante manera de pensar. Se cree que se sabe todo acerca de lo cotidiano, de lo que se ve día a día; pero cuando separa a observar detalle por detalle, de manera peculiarmente minuciosa, un lugar, un objeto, una cara, una emoción, o incluso pequeñas cosas intangibles, como una palabra o un decir; se da uno cuenta de lo especial y maravilloso que todo, absolutamente todo, puede llegar a ser.
El sentimiento especial que provee la cotidianidad no debería ser mezclado y confundido con la monotonía. Existen tantas cosas por las cuales asombrarnos, que seríamos personas enormemente felices si de verdad tuviéramos la disposición para hacerlo todo el tiempo.
El ambiente en el que convivimos diariamente, el colegio, no deja de ser un lugar propicio para el asombro. Sin embargo, suele convertirse en un espacio tedioso para tal emoción, debido a la pesada cotidianidad que existe en sus ‘moradores’. Aquí, me propongo describir de manera relativamente detallada, un lugar, a veces ignorado, a veces resaltado; del Colegio Colombo Francés: el exterior del área de administración. Tal vez para algunos no tenga significado, para otros represente una vasta cantidad de recuerdos y emociones; para mí, en esencia, representa asombro. ¿Por qué asombro? Primero que todo, considero que la relación entre dos o varios entes para formar una asociación significativa, es indispensable para el hombre. Es decir que, aunque en mi ‘descripción de asombro’ no he de basarme en recuerdos directos que tengan relación a este lugar en específico; mi asombro tiene raíces en recuerdos pasados y significativos, que de una u otra manera, se relacionan a este espacio. Mi teoría del asombro del hombre radica en la asociación inconsciente de recuerdos y memorias.
Ahora, mi descripción: El exterior del área de administración tiene su encanto especial por el hecho de ser tan diferente al resto del colegio. Básicamente, es un área blanca, con varias escenas especiales: Una mesa en la que se dispone el café, una pared repleta de afiches de conferencias, cada uno poseedor de du propia magia; una mesa con sus sillas, todas forjadas de una manera que, personalmente, es realmente encantadora; un piso hecho de baldosas que rememoran tiempos antiguos; y tres entradas que llevan a sus respectivas oficinas, llenas de una atmósfera característica, dependiendo de sus habitantes usuales.
La asociación entre los afiches y la mesa blanca forjada, representa una imagen impactante, de alguna manera, para mí. Es algo que hace eco en mi inconsciente y me llama la atención. He ahí la primera señal de asombro. Hay afiches en blanco y negro, a color, unos poseen fuentes llamativas, otros resaltan por las imágenes que lo acompañan. Otros, simplemente, lucen por su contenido íntegro. ¿Por qué me interesan los afiches? Los encuentro como una expresión diaria del arte humano, una muestra de las habilidades para asombrarse unos a otros, porque, propiamente, esa es la función de un afiche publicitario: Asombrar. La mesa me recuerda (debe de haber un recuerdo de por medio) a alguna perteneciente a un jardín inglés del siglo XIX. Siempre me han interesado. ¿Y el piso? Posee aquella esencia de una tarde de domingo en la casa de mi abuela paterna, en donde hacía todo o nada. Es posible que el asombro generado, provenga de algún otro recuerdo que se expresa de forma difusa e indirecta y se escapa a la actualidad.
Desde la perspectiva en la cual, se supone, estoy mirando y detallando el lugar, es posible echar un vistazo a la oficina de Luis Guillermo. Un lugar especial, en el que se conjugan algunos de mis miedos, aficiones, intereses y misterios personales del pasado lejano y del presente. Un cráneo, comparte el mismo pequeño lugar con un enorme puñado de cachivaches de colores, o con una pared llena de retratos de personas que han influido, o están influyendo en mi vida, como Bertrand Russell o Franz Kafka. Algunos otros tan sólo parecen interesantes. El olor a cigarrillo es perceptible, y proviene de un diminuto espacio ocupado por un hombre que parece aterradoramente similar a mí. He ahí otra razón de mi asombro, y todas estas relaciones, ejecutadas en una pequeña fracción de tiempo.
Finalmente, he de descubrir la vegetación que rodea el lugar. Es algo importante de describir, cuando la imagen general que posees de un área administrativa no es precisamente la de una edificación blanca con ventanitas azules, rodeadas de flores y verde, y extrañamente cerca de un mariposario. No soy botánica, ni nada por el estilo, pero supongo que las flores que me acompañan son lirios amarillos. Bonitas, aunque no resisten mucho. El camino que conecta al resto del colegio con esta área es propicio para el crecimiento de las plantas, y queda en un muy buen contraste con la vegetación (opinión personal). Un camino largo, que puede ser acortado mediante unas escaleras. Más allá, ya en el pasto, puede llegarse al mariposario, y visualizar los salones de arte, teatro, primaria, preescolar y baños.
El asombro, en mi opinión, es una producto generado por recuerdos encadenados. Puede ser por eso que los animales sólo sean capaces de sentir asombro como una reacción nerviosa e instintiva, si seguimos aquella definición del hombre ‘como un animal racional, el único’.
Alejandra Uribe Fernández 10º
hola estoy desarrollando mi teoria del asombro apartir del impacto que cause en nuestras vidas para asi aprender de una manera unica y eficaz
ResponderBorrarQue interesante, esperamos que este espacio te sirva para dilucidar un poco más esa teoría, esperamos que tambien nos sigas aportando con tus busquedas!
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